“… En esos días no concebíamos dejar pasar la oportunidad para matar un lobo. De pronto, en cuestión de un segundo, lanzamos una ráfaga de plomo a la manada, pero nuestros disparos iban con más excitación que precisión: apuntar un tiro cuesta abajo siempre es complicado. Cuando nuestros rifles fueron vaciados, la vieja loba estaba derribada y un cachorro arrastraba una pata hacia unas resbalosas e impasables rocas. Alcanzamos a llegar a tiempo para ver en los ojos moribundos de la loba un salvaje fuego verde que se extinguía. Allí me di cuenta, y desde entonces supe para siempre, que había algo nuevo para mí en esos ojos, algo que solamente ella y la montaña conocen. En esos días era joven y estaba lleno de ganas de disparar; pensaba que mientras menos lobos hubiese más ciervos habrían; la ausencia de lobos traería entonces un paraíso para los cazadores. Pero después de haber visto morir ese fuego verde, sentí que ni los lobos ni la montaña compartirían mi parecer. “
Fragmento de “A Sand County Almanac“, Aldo Leopold; 1949.